CH4

He viajado detrás de los coches huyendo de estas calles sin contar con las miles de rotondas que me volvían a traer de vuelta al mismo lugar. Qué suerte la mía, andar con la carrocería desgastada y el alma vacía. El tiempo que se espere, que le jodan un rato, si para lo que te quiero no hay lamento: sólo quiero jugar a un juego.

Vamos a quemar los papeles de los tequieros (en los que me querías tantísimo que faltan vocales y bocas pero sobraban babas), los sentimientos ajenos de cortar y pegar:

Regla número 1- Cortar venas sin que sangren.
Regla número 2- Arrancar a golpes la rabia.
Regla número 3- No respirar.
Regla número 4- No sentir.
Regla número 5- No tener miedo.
Regla número 6- Aguantar las lágrimas.
Regla número 7- Sin despedidas.
Regla número 8- Contener el odio.
Regla número 9- No cruzar palabras.
Regla número 10- Dejar de temblar.


He construido un fuerte para un pecho destruido; no tuyo, mi querido rey de todos los ombligos inoportunos. Ahí estaremos seguros para nuestra diversión. No intentes gritar; nadie te escucha. No intentes huir; los muros no son flexibles. Son de luz que se traga cada trozo de oscuridad y todo lo que alcanza.

-¡Atea! -me maldicen detrás de la fachada- ¡que ni en ti misma crees!

Agachar la cabeza y no perder la cuenta de los baches que hay a tus pies está mal visto, penado, juzgado, desfasado y hundido. Si intentas levantar la cabeza te la cortarán, aunque no me hagas mucho caso, hace tiempo que la perdí y no la he vuelto a ver. No te preocupes, antes de ti yacieron miles, gritaban las mismas promesas que a los tímpanos hacen sangrar y aquí siguen presente sus cadáveres. Ten cuidado, no te vayas a caer.

Perdón, estoy hablando demasiado.

 
 
Ven conmigo, ¡CUIDADO! 
A veces la sangre escurre demasiado.