Jugando a los caníbales

Aterrizó sin nombre alguno dejando atrás las noches de desvelo y los sueños partidos. Buscó la felicidad en dosis pequeñas para que su corazón siguiera latiendo y no se volviera a quebrar con su recuerdo. Se esforzaba muchísimo en no recordarla delante de los cereales de la mañana mientras miraba un póster en la pared.

"¿Y tú qué miras? Déjame en paz."

Con penas y pocas glorias volvió a las andadas de no buscar a quien hacía crecer su corazón hasta el infinito. No mirar, no buscarla, no..."porque ella está mejor sin mí, porque tengo que dejarla que sea feliz."

Hasta que sus pupilas se cruzaron y no hubo marcha atrás, ya estaban presos de nuevo el uno del otro. Gota a gota empezaron a jugar a los caníbales, riendo e imaginando qué partes del cuerpo se comerían y deseaban comer del otro. Los silencios. Los suspiros. Los vete y quédate conmigo. Los eres mi todo y yo soy tuyo. Un juego absurdo y tonto que asusta a la muerte por la incertidumbre de no saber qué fin era el de aquellos dos que se amaban en silencio y nadie podía saber nada. El mayor secreto a voces pregonado que sólo delataba sus cuerpos uno enfrente del otro.

"Me desquicias y te desquicio, pero no puedo vivir sin ti en este juego infinito y absurdo."