Día 21 - Mañana

Mirando escaparates escuché: ¡Chst, oyes, escalofridas! ¡Estoys aquís!. Y algo parecido a un hueso de aceituna me aporreó en la oreja. 


Cuando miré había una muñeca asomada por la puerta de la juguetería. Rubia de peluquería de barrio alto, cutis perfecto, un traje rojo y amarillo con aguilucho incluído. No le faltaba detalle a la jodía. Le dije: Anda, ¿y tú quién eres?. Me miró altiva comiendo limones imaginarios, echándose sus rizos perfectos hacia atrás me dijo: ¿Cómos? ¿Nos mes conoces?.. ¡Soys las nuevas Barbies Intereconomías!. Con los ojos en blanco dije: ¡Oys, qué cabeza la mía, chica!... ¿Y qué accesorios tienes? Es que estoy buscando un regalo que... - ¡Tengos des TODOS!. Carraspeó un poco como para quitarse un pelo grueso ajeno de la garganta y añadió: Vengo con mi micrófono de gomaespuma fina y buena buena...¡mira toca!. También con unos papeles con algunos dibujos hechos por jefes gordos...me dijeron que no son básicamente para nada, sólo que tenía que hacer como que de vez en cuando los mirara. Metocalapastilla. ¡Con un pinganillo que tiene dentro un enano que me susurra todo lo que tengo que decir! ¿a que es genial?. Metocalapastilla. Y también éste maletín con sangre artificial y unas cuantas pegatinas moradas, que me las tengo que pegar en la cara si el enano me lo dice!!!! ¿¿A qué es genial?? Es TO-TAL, Escalofridas! No tendrás un vaso de agua por ahí, ¿verdad? ¡¡¡¡Metocalapastilla!!!! Y también inluyo una cámara con los cables un poco sueltos para por si tengo que desconectarlos y un guión donde dice que la culpa es de unos chicos peligrosos con perros y flautas... ¡MARAVILLOSO, MARAVILLOSO! ¿A que síiiii? 


Tó me pasa a mí. ¡Qué alegría, coño!

Día 20 - Noche

Cenando apareció por la puerta rebotando de marco en marco como una pelota de "pinball" Benito Mussolini. Parecía que iba a destrozar las baldosas en cualquier momento, no sé como decirle que tiene que ponerse a plan. Venden unas hierbas muy buenas que... Creo que el hielo en el coñac no le sienta bien, pobre. Como por arte de alguna extraña magia y casualidad se tiró encima del sillón que más cerca le pareció. Se clavó el posamanos en la entrepierna, esa lagrimilla que se le saltó lo delató. Con los ojos entreabiertos o entrecerrados (según la hora) y masticando cual camello aburrido lo miré e intentando atinar a encenderse un cigarro, dijo: "Me enorgullezco de ser lo que soy, esto es: un hombre que antes de imponer sacrificios a los demás se los impone a sí mismo y que antes de llamar a la disciplina a los demás se somete a esa disciplina". Le dije: Sí, mu bien, pero te has bebío tol gazpacho, jodío... Tanta disciplina, tanta chominá pa ná. 


No sé qué me pasa con esta gente que me pongo torpona y se me caen mil cosas encima de sus cabezas: ceniceros llenos, tacones, jarrones chinos, mesas, sillas... Ay, madre mía, me estoy cubriendo de gloria.

Amores y otros maltratos

Decía que la quería y ella lo notaba. En colores morados, rojos, azules y morados él la adoraba. 
Amaba sus guisos, sus andares, sus escotes que nada escondían, hasta el color de sus ojos que cambiaban de color en función del amor que él le daba. Los amaba tanto que no podía reprimir en su pecho tanto amor y tenía que soltarlo por algún lado: ya fueran los pies, puños o boca. Cuando él se reía mirándola delante de sus amigos o familia no era humillación, no, era que la quería demasiado y sólo tenía ojos para ella. Que las otras que escondían bajo sus sábanas no eran nadie.


Ella notaba ese amor tan grande en cada palabra. Detrás de las palabras puta, zorra, novalesparanada, fea, se escondía el más tierno sentimiento. Ni los ramos de flores y libros de poemas de amor que le regalaba después le sabían a tanto como con aquel aroma a hierro fundido.


Se decía que esas lágrimas que derramaba eran por puro amor, de emoción. Nada tenían que ver sus caricias bruscas ni sus piropos de contenedor. Si ella sabía que la adoraba, pero no tanto como ella a él. 


De tanto amor que le procesaba ella se creía indigna de ello, un día ella quiso mostrarle su amor infinito y eterno hacia él. Lo único malo de esta historia es que la pilló cocinando, con todos los cuchillos alrededor.


Lo amó 67 veces con verdadera pasión.