Enamórate (porque sí)

Enamórate porque te lo has propuesto este año que ha comenzado. Enamórate de aquella compañera de trabajo, de aquel amigo de la infancia, de aquel vecino que siempre ves, de aquella ex que aún no has olvidado o de cualquiera que muestre un mínimo interés por ti. Porque tu reloj biológico está quedándose sin pilas y la naturaleza te exige que dejes descendencia como si la humanidad fuera a extinguirse si tu semilla no pasea por la tierra. Porque las series y películas que ves ya no te llenan si no es con el calor de alguien al lado, que el de la manta ya no te sirve. Porque te gustaría volver a la niñez y que alguien te diera la mano al andar por la calle, no vaya a ser que te pierdas. Porque tus amigos ya tienen sus ligues o parejas y tú has quedado en segundo plano. Porque ya no te escribe por whatsapp ni tu madre para preguntarte cómo estás o si tienes comida para pasar la semana.

Enamórate porque toca y punto. No busques más respuestas. Te has cansado de tu monotonía y de pasar más horas en la calle por las noches que la Luna y prefieres ya la oxitocina de la vida en pareja. Tener a alguien que te escuche, te pregunte, te acompañe, se preocupe, que te cocine, que tenga detalles contigo, que te cuide, que te mime, que te soporte, que te acurruque, que te haga reír, que te...

No porque quieras, porque tú eras feliz en tu vida de locura invencible permanentemente descubriendo nuevos factores de la vida, sino porque ya toca, porque te sientes solo o sola y ya necesitas compartir todas tus cosas con alguien, para que ese vértigo que te da la soledad deje de martirizarte a veces cuando algunas personas te dicen "a ver si te echas novio/a y sientas la cabeza un poquito". Te preocupa que llegue un momento en tu vida en el cual tengas 50 años y todos tus amigos estén rodeados de niños, una casa y un coche que te cagas, un trabajo aburrido y una persona al lado que les soporte. Porque nos han enseñado eso, ¿verdad? Que llega un momento en el que tu vida tiene que frenar en seco y decir "ahora es el momento de sentar la cabeza" (para pensar con el culo).

Nos han enseñado tan fácilmente que tenemos que compartir nuestra vida con alguien y dejar descendencia que ya el simple hecho de llegar a cierta edad en soltería es algo que se vuelve extraño. A esas personas casi que se les mira de reojo y piensan "por algo será" y en sus mentes ya se dibujan mil escenas en las cuales tú mismo/a te pondrías de los nervios.

Estamos rodeados de mensajes subliminales que nos indican que en pareja todo es mucho mejor, desde las películas hasta los anuncios. El deseo, el amor, la complicidad, el sexo, etcétera; todo es más hermoso cuando tienes a alguien a tu lado permanentemente. Hay quienes se obsesionan por encontrar el amor de su vida, compartir todo aquello que aman con alguien...y no se dan cuenta que ya lo están compartiendo: consigo mismos.

Yo te propongo que te enamores: pero de ti. Que ames cada cosa que hagas, que hagas lo que te llene y que eso que te llene lo compartas no sólo con una pareja sino con tu familia, tus amigos, tus mascotas, con todo lo que quieras. En el momento en el que hagas cosas que te llenen estando solo, no sentirás ese peso absurdo del paso del tiempo y la manía social preestablecida de que por cojones serás feliz sólo si tienes a alguien al lado.


Más al lado que tú mismo no hay nadie. Ni lo habrá.

Mientras duermes...

Te observo dormida, y pienso que con lo pequeña que eres cómo puedes sujetar mi mundo entero.

A oscuras aún te veo como los miopes achinando los ojos para agudizar la vista hasta que te defino por completo. Y consigo siempre verte otra cara que me enamora. Aunque estés respirando tu propio pelo y quieras esconderte del mundo. Cae cuidadosamente entre las montañas enanas de tu cara, esas cordilleras que acaricio y recorro con las huellas de mis dedos mientras que sueñas con lo que tu mente quiere desechar para que nunca vuelva.

Pero tú vuelve siempre, no te me vayas nunca. De este sueño conmigo no quiero que te despiertes nunca y que me dejes pertenecer a tu realidad más absurda y por triste que sea que puedas venir a mí cuando tengas frío, sed, hambre, ansia de cobijo entre mis brazos flacuchos y cansados pero nunca de ti.

Pégame fuerte con tus ojos, como sólo lo hacen los olores y que ni el olor a café pueda borrarte de mi memoria. Por las mañanas te observaré con el pelo revuelto en silencio, con los ojos aún dormidos y daré carcajadas internas y saltos de felicidad como sólo lo hacen los niños la mañana de reyes. Y así toda la vida. ¡Qué poco tiempo!

Quiero tus tequieros, tus odios, tu voz, tus silencios, tus sonrisas, tus lágrimas. Prometo jamás confundirte amando tus manías y reproches, amando cada constelación de tu piel, aunque se quede flácida y colgando arrugada riéndose del tiempo.

Mientras duermes me faltan manos para tocarte y labios para comerte, me embobo entre tus poros brillantes y calientes y la maraña de tu pelo, tus labios gorditos haciendo gestos que nadie entiende como si fueras un bebé...y no me queda más remedio que querer fundirme contra ti, más allá de todo lo mundano y desconocido. Más allá del infinito más inmenso, inverso e irreversible.

Mientras duermes...sueña; que yo mientras velaré por tu cuerpo. Me consumiré por tu felicidad y por tus sonrisas al despertar: que son mi mayor meta cada día aunque sean lunes todos ellos.