Día 24 - Noche

Bajé por agua a la cocina y estaba Ernesto Guevara haciéndose unas tostadas con los ojos como un búho mirando a su presa. Me miró y me dijo: "La revolución es algo que se lleva en el alma, no en la boca para vivir de ella." 


 A lo que le contesté: A ti lo que te pasa es que la revolución te abre el apetito pero no me termines el pan de molde esta noche que si no, mañana te monto una revolución en dos segundos. 


Sin dejar de echarse mantequilla en el pan me dijo: "Prefiero morir de pie, a vivir arrodillado." 


 Se conoce que nunca me ha visto recién despierta que si no... Angelico. Verás mañana.

Todo es acostumbrarse.

Al fin lo he conseguido. Ya me he acostumbrado: Al silencio, la oscuridad pasajera, la humedad y a ese ruidito que hacen las lepismas que me acompañan. Ya apenas noto el olor a orina, a heces e incluso, los palitos tachados de los ladrillos escritos con sangre están secos, casi ni se perciben por mucho que encoja los ojos. Es todo un alivio. Sí, creo que sí. A veces no, sobretodo cuando se me iluminan los pies y me los veo tan mugrientos. Maldita humedad. He comprobado con el paso de los ¿días? que tarda aproximadamente un mes en venir con una manguera de agua fría a presión y apuntarme con ella tras los finas, tan juntas y aplastadas rendijas. No es suficiente para que me quede bien limpia de toda mugre. A veces le he pedido algo para poder apoyar la cabeza sobre la pared. Malditas cucarachas. ¡Cuánto las odio! Son unas cotillas, siempre quieren enterarse de todo y van a por mis lepismas y ellas, las pobres, no saben qué hacer para quitárselas de encima. De nuevo se me quedaron las antenas de las malditas pegadas a las manos. Malditas, malditas seáis, que ni tan siquiera os puedo comer. Otra vez aquí. Parece que hoy está de buen humor. Pues no, no tengo esa suerte. Pero me he acostumbrado. Sí, creo que ya sí. Que no se me olvide anotar otro palote. ¿Cómo me haré la raja en el dedo para sacar la sangre? ¡Ya sé! Me morderé el labio, normalmente por estas grietas sale bastante sangre y sólo tengo que arrancarme alguna costra. Lo que me ha dejado no tiene muy buena pinta, pero no queda más remedio, siempre me ha dicho que algún día saldré de aquí. Ya no sé qué día es. Imagino que será otoño invierno o primavera, la pared de mi espalda está más húmeda que nunca, lo cual está genial porque mis amigas abundan y me abrazan a veces. Se aferran a mi cuerpo y siento el calor hasta lo más profundo de las entrañas. Gracias a mi pérdida de peso ya puedo sentarme de lado aquí. Es lo mejor. Por eso, sí, por eso creo que he conseguido acostumbrarme. No todo tiene por qué ser malo. 




"La policía ha encontrado un cuerpo en un muro de un edificio a las afueras de Santiago, en un barrio bastante lujoso. Los investigadores creen que se trata de una joven que responde a las siglas L.P.A., una joven que había desaparecido cuatro meses antes y que tenía previsto casarse este domingo en su ciudad natal. Era estudiante de farmacia, entró en su oficia a las diez de la mañana, donde fue vista por última vez. Más de 100 policías habían registrado todos los lugares donde frecuentaba la víctima para encontrar cualquier pista que arrojase luz sobre la investigación."

Día 23 - Noche

Iba de esquina en esquina por la calle, teniendo más alcohol en vena que propia sangre cuando me tropecé en el cajero a Don Miguel Hernández y me dijo: "Sólo quien ama vuela. Pero, ¿quién ama tanto que sea como el pájaro más leve y fugitivo? Hundiendo va este odio reinante todo cuanto quisiera remontarse directamente vivo." A lo que le contesté: Se ha dejado el tetabrick del Don Simón abierto, vas a ver la de moscas que tendrás mañana en él. Yo que tú, lo cerraba a tiempo, que estos del banco son muy pejigueras. 


Me miró sonriendo y cerrando el bote me dijo: "Un ser ardiente, claro de deseos, alado, quiso ascender, tener la libertad por nido." 


A lo que le contesté: Y usted, padre mío, se ha quedado sin casa metido en éste cajero tan frío.


Le di un beso en la frente y me fui, sin sacar dinero ni ná. Como mucho hubiera sacado dos cientas moscas. Sabía a alcohol un poco pero bueno, esa copa me la he llevado de gratis. 


Qué crisis ésta...

Día 22 - Mañana

Se notaba que estaba de resacona. Esa manera de beber agua, con hilillo de baba por el lado incluída, y esa mirada tan penetrante en el infinito...esa manera tan sutil de dejarse caer encima del banco, que más que un humano parecía un saco de trapos. Sucios. Con estas pintacas dignas del mismísimo Rey de Cagancho, estaba José Millán-Astray, padre de la Legión Española y Procurador en las Cortes de helado Españolas en la época Franquista. "Qué añazos, eh, Pepillo?". Le dije pero seguía aferrado a su botella de agua. Ni que se la fuera a quitar, que de gentuza tengo lo justo. 


 Después de su maravilloso morreo con la botella, me dijo: "El espíritu de compañerismo: Con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo hasta perecer todos.". A lo que le dije: Y te han dejado a ti para que digas cómo ha ido todo, no? Por eso estás tan solito... Angelito, ¡venga ese abrazo!. De un manotazo me apartó, se levantó como si quisiera apoyarse en los codos para hacerlo y se dirigió a un hombre de fachada poco distinguida. 


Lo vi desde lejos haciendo un gesto con los dedos, frotando el dedo pulgar y los dedos índice y corazón, como si quisiera quitarse arenilla. Seguidamente, vi que Pepiño le señalaba la entrepierna a misterioso hombre. Imaginé que sería porque le estaría explicando la bravura y masculinidad que lo caracteriza. Luego se perdieron entre los setos. 


No sabía que a Pepe le gustara jugar a los jardineros. ¡Qué machote!